Dicen los hombres
de las letras que la vida se compone de capítulos.
Roshka es un capítulo
en mi vida, pero mi historia en Roshka es un cuento de superación.
Los tiempos oscuros
Mi paso por la universidad
no fue el mejor. Con un promedio de docentes escuetamente instruidos en las
ciencias informáticas en general y la subsecuente incapacidad para transmitir pasión por la carrera, sumado a mi nivel de inexperiencia
sobradamente grande como para abstraerme del caos académico en el que estaba
inmerso, nunca encontré en la facultad el estímulo motivador como para compenetrarme
con la carrera al nivel de proyectarla como mi vocación vitalicia.
Al final de la
etapa universitaria, era un profesional pobremente instruido, entrenado con las
nociones básicas de algunas ramas de la ingeniería informática y con la
necesidad ineludible de inserción laboral en un mercado al cual siempre temí
como una bestia bravía, imaginado como el escenario de una competencia carnicera
entre expertos de alto adiestramiento académico, concepción ratificada por los
anuncios clasificados en persistente reclutamiento de personal altamente
competitivo en tecnologías de las que mayormente nunca había escuchado. Frente
a ese panorama ensombrecedor, sentí la imperiosa necesidad de movilizarme para
impedir que el tiempo siguiera carcomiendo mis chances de inclusión, consciente de que el flamante diploma universitario podía mutar de un dichoso
título de nobleza a una pesada carga de vergüenza de no adquirir experiencia en
el campo que me acreditaba como profesional. Reflexionando cuidadosamente sobre
el trazo que debía dar a mi carrera, concluí que la decisión más sensata era
escoger una especialización con la que pudiera establecer la conexión
suficiente para transformar el impacto cotidiano de una jornada laboral en la
experiencia más enriquecedora posible.
Repasando los
preceptos primordiales de amplias ramas de la informática, redescubrí la fascinante
benevolencia contenida en el campo de la programación, un ámbito siempre
vanguardista que permite concebir tanto como la imaginación lo permita, donde
el límite no siempre está determinado por la infraestructura de las
herramientas.
Así es como elaboré
el mejor C.V posible tratando de maquillar la falta de experiencia y lo envié a
la primer empresa de software más cercana a mi domicilio según una fugaz
pesquisa por Internet: una tal Roshka. Al contrario de todos mis pronósticos, fui
inmediatamente convocado para la entrevista y me incorporé como empleado
transitorio por un periodo de prueba.
Los tiempos de la Roshka
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Para los entendidos |
Quedé fascinado
por el ambiente NERD reinante en la Roshka de aquel entonces. Todos los grupos
de trabajo, asignados a distintos proyectos, estaban dispersos en el marco de
una casa amplia y reconfortable, donde fluía el constante sonido de los más
intensos debates sobre las mejores estrategias con las que afrontar un problema
dado, sonido enriquecedor en el sentido de que los términos técnicos terminan imprimiéndose
positivamente en el subconsciente para referencias posteriores.
Roshka era la
representación de un sueño viviente, del cual temía despertar bruscamente.
Pese al excelente
ambiente laboral, todo los comienzos son difíciles y cada día del periodo de
prueba era una pesadilla de incertidumbres. Temía que mi rendimiento general
diario al final de la jornada no fuera el esperado por mucho tiempo
consecutivo. Me recuerdo transitando el camino diario a la empresa todas las
mañanas, ensayando mentalmente variadas estrategias para revelar a mis padres
que había perdido el trabajo en el que debutaba con la carrera que me habían
costeado.
Cuando me
informaron que pasé el periodo de prueba y que formaba parte del equipo de
forma estable, sentí la realización mas grande en mi carrera laboral, una felicidad mayor que haber
culminado la universidad misma, porque era un logro que había alcanzado sin
limitarme en meros recursos teóricos.
Redactar todas
mis vivencias en Roshka conllevaría un torrente de párrafos que no creo
prudente resumir, pero no puedo dejar de destacar que nunca me hubiese
imaginado en aquel Octubre del 2010, lleno de miedos e inseguridades por mi
futuro, atribulado por la inestabilidad y baja autoestima, en este otro extremo
del cuento, ese extremo de cuando los finales son felices, 4 años después, con
un montón de grandiosos proyectos en mi historial, y un C.V revitalizado por
toda la experiencia ganada.
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Uno de los equipos Mobile de Roshka |
Pero más allá de
todas las vivencias y recuerdos, del conocimiento y experiencias invaluables
adquiridas en el arte de la programación, los aprendizajes más valiosos que siempre
voy a destacar de Roshka son el desarrollo
de la confianza personal, tan necesaria para desenmascarar a los monstruos particulares
que traban toda iniciativa de emprendimiento; y el descubrimiento de una nueva óptica para apreciar la vida: descubrir
que eso que en su concepción es malo, un "problema", es a su vez la motivación para venir renovado al trabajo, con energías para
trabajar sobre ellos, porque por más que los problemas se acumularan y las
cosas no salieran de una, tarde o temprano la batalla siempre estaba ganada,
provocando esa sensación de victoria personal que incita a todo "software
developer" a transitar con entusiasmo las sendas de su profesión.
Nunca supe que
significa Roshka debido a la cantidad de leyendas que se auto-atribuyen su
origen, pero lo importante es la simbolización que le doy internamente. Roshka
para mi siempre va a significar la alegoría de los cuentos que comienzan de
forma sombría pero que terminan en un gran final feliz, porque si hay algo más que
me dejó la paranoica experiencia roshkera en todos estos años, es que los
escritores de nuestro destino somos nosotros mismos.
¡Gracias por todo!
¡Nos vemos en los recuerdos loquillos
amigos de Paraguay!